Alejandro Daza
Adiestrador y Educador Canino.
Especialista en Modificación de Conducta.
Delegado Zona Noroeste.
Este año se cumple una década de la llegada de Mu a mi vida. O de la mía a la suya.
Durante las Navidades de hace diez años, recién concluida mi primera gran mudanza, unos conocidos acababan de encontrar a una pulga atómica, una lagartija paticorta recubierta de espesa pelusa revolviendo en las basuras.
Yo andaba a la busca y captura de un compañero registrando las protectoras de la Comunidad de Madrid, y ellos estaban al tanto. Me preguntaron si quería quedármelo y, sin siquiera conocerlo, dije que sí. Y hasta el día de hoy.
Por aquel entonces no tenía formación canina ni intención de buscarla.
Sencillamente me apasionaban los animales y los perros en particular. A muchos nos ocurre, sentimos una conexión muy especial, una tendencia natural a interactuar con ellos, a empatizar y a buscar su amistad. Evidentemente, este pequeño gruñón lo cambió todo.
Gracias a él, comencé a comprender que muchas de las cosas que “se han
hecho así toda la vida” presentaban incongruencias.
Había un amplísimo margen de mejora. Y yo quería la mejor relación posible con mi amigo.
Juntos hemos vivido mil experiencias maravillosas, hemos atravesado momentos
duros y hemos gozado de la felicidad más absoluta. Es mi compañero de aprendizaje y de formación y, además de despertar en mí unas perspectivas que ni tan siquiera me había imaginado, su carácter y su capacidad de trabajo y, sobre todo, su pasión por formar equipo conmigo, nos han permitido aprovechar nuestro potencial y, con ello, ayudar a muchas más familias perrunas a cambiar su punto de vista y a entenderse entre sí de una forma más transparente y rica.
Y lo seguiremos haciendo, porque tenemos toda la vida por delante para seguir aprendiendo.